Los motores diésel han evolucionado muchísimo desde hace décadas, pasando de una importante preocupación en el inicio de su utilización por las inmensas vibraciones que producían, hasta un uso lineal suave de los actuales motores.
Otra preocupación inicial eran sus consumos, además de renunciar en inicio a mejores prestaciones dinámicas, cosas que actualmente han sido totalmente superadas, pasando a la búsqueda de reducciones de las emisiones nocivas, tanto por la reducción de gasto de combustible como por las intervenciones tecnológicas varias que se han incorporado en los motores para cumplir las normativas anti-emisiones, entre las que se encuentran los filtros de partículas.
Motivos de la obstrucción de los filtros de partículas
Los filtros de partículas (FAP) se empezaron a instalar en origen por los fabricantes con el único objetivo de reducir las emisiones a la atmósfera de NOx, y conllevan ciertos cuidados y mantenimiento para su buen funcionamiento.
Funcionan como ejemplo como un colador que se ubica entre el bloque motor y el tramo final del tubo de escape, donde se encuentran también la sonda lamba, el sensor de temperatura y algunos otros sensores que controlan esta parte del proceso para un seguimiento y control de la expulsión de humos.
Las partículas NOx son más pesadas que otras, y sucede que se acumulan en el filtro FAP, por lo que hay momentos en los que es esencial eliminarlas, aunque esta operación teóricamente de auto-quemado de las mismas, debería realizarse automáticamente por el propio automóvil que monta el filtro antipartículas, si bien no siempre basta con este sistema automático.
Cuando no está suficientemente limpio el filtro es cuando aparecen las alertas mecánicas, con luces y otros mensajes en el salpicadero, además de potenciales tirones del motor, que puede incluso llegar a pararse.
Métodos para limpiar el filtro de partículas
El propio sistema de los coches actuales está programado para auto-limpiarse cada 600 a 800 km, y si no lo hace correctamente se pueden disparar los consumos de gasóleo y las consiguientes emisiones, y esto se produce en general por el abuso de los motores diésel en circuitos urbanos con trayectos muy cortos y sin calentar ni enfriar lo suficiente.
Lo más rápido y barato para realizar esta limpieza es aplicar aditivos específicos de limpieza de filtros de partículas que normalmente prescriben los fabricantes (cuestan alrededor de 10€), y no requieren desmontar filtros, pudiendo ser una operación que puede realizar cualquier usuario ya que es suficiente con echarlo en el depósito de combustible.
Otra alternativa, aunque precisa el desmontaje y encarece la operación por la mano de obra, es la limpieza por ultrasonidos, produciendo que las partículas se desprendan del filtro.
Finalmente la última posibilidad y la más invasiva, es la limpieza por tratamientos térmicos, que consiste en desmontar el filtro de partículas y sumergirlo durante varias horas en detergente, lavarlo a presión, secarlo bien y volverlo a montar.
Coste del cambio del filtro de partículas
Si al final no hay otra alternativa que cambiar el filtro de partículas, el dolor de cabeza se multiplica, ya que esta intervención suele salir bastante cara, con el desmontaje, posterior montaje y el precio de las piezas nuevas, llegando a un costo total aproximado de 1.000 a 1.200 euros.
A la vista está que el mantenimiento constante también de este componente se fundamental para evitar este tipo de disgusto.
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