Si prestaste atención durante las clases de química en el instituto, recordarás que toda combustión produce gases de diferentes tipos al igual que un coche en el tubo de escape, un producto de las reacciones térmicas que ocurren cuando se quema el combustible. Para entender cómo funciona un tubos de escape, es mucho más sencillo considerar los gases como líquidos.
Así, si pensamos que los gases del motor son como el agua en la ducha, el tubo de escape de un coche actuaría como el desagüe. Un tubo más ancho en diámetro será mucho más efectivo que uno que tenga el grosor de una pajita. Sin embargo, no hay que caer en la trampa de cambiar únicamente la parte final del sistema, justo después del silenciador, ya que lo que importa es todo el circuito.
Quizás la parte más importante de los sistemas de escape sea la que se encarga de extraer los gases de los cilindros. Conectados directamente a las válvulas de salida de los cilindros del motor, los colectores o múltiples de escape funcionan como embudos que extraen los gases directamente de la cámara de combustión.
¿Qué función cumple el tubo de escape?
La función de un tubo de escape es sencilla: evitar que los gases se acumulen en el motor y reduzcan su eficiencia a la hora de trabajar. Pero también cumplen requisitos de seguridad, evitando que los gases pasen al habitáculo e intoxiquen a los pasajeros. Reducen el sonido del motor, que son explosiones contenidas en una caja de metal y, además, con la introducción de los catalizadores, se han podido neutralizar muchos gases tóxicos como el monóxido de carbono o los óxidos de nitrógeno.
Para aquellos que adoren ‘tunear’ sus coches, los tubos de escape cumplen la función de aumentar la potencia del motor, permitiendo una mayor salida de gases; la de aumentar el sonido y, por supuesto, la estética.
Tras pasar por los colectores, suelen ir a un sensor de oxígeno, que mide la mezcla aire-combustible que inyecta al motor electrónicamente y lo comunica a la centralita, para vigilar su buen funcionamiento. Tras este paso, llegan al catalizador para reducir el impacto ambiental de los coches, transformándolos en dióxido de carbono y vapor de agua (los gases que salen del tubo).
El siguiente paso es llegar al silenciador: un elemento que minimiza el sonido de las explosiones en nuestro motor. Consisten en un “laberinto” de circuitos que hace que las ondas de sonido reboten y se disipen antes de salir por el final del tubo. Los sistemas de escape de serie están bastante limitados para asegurar la eficiencia de combustible y el sonido de los coches, pero cambiarlo por una opción de competición suele suponer una mejora de entre un 10 y un 20% de los caballos del motor, ya que tiene más facilidad para “respirar”.
Eso sí, nada es gratis. Cambiar el sistema de escape puede que facilite la salida de gases a tu motor, pero aumentaría su temperatura y su consumo de combustible. Además, un sistema completo no es barato (suelen rondar los 1.000 euros según modelo) y haría que nuestro motor durase menos, al esforzarse más. Para muchos dueños, es una mejora que merece la pena, ya que es una de las modificaciones que más se notan a la hora de personalizar un coche, pero para otros no vale la pena lidiar con las homologaciones y el papeleo que conlleva.
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