Probamos el BMW 320d Automático Luxury en el que existen matices que mejoran y otros que son peores –o tal vez distintos según los gustos de cada uno– en esta séptima generación de la berlina media de BMW. Mejora el confort de la suspensión, aunque no encaje del todo con lo que uno espera de un BMW de siempre, y empeora la instrumentación digital que estéticamente deja mucho que desear.
Consumos más afinados
Una de las mejores bazas que tiene este 320d de tracción trasera y 190 CV, con par de 40,8 mkg de 1.750 a 2.500 rpm y cambio automático de 8 velocidades, cuyos desarrollos largos y un profundo estudio aerodinámico reducen el coeficiente de penetración (Cx) de 0,26 a 0,23.
Con todo ello y un uso poco intensivo en ciudad, el nuevo 320d gasta menos de 5 l/100 km de media. Y en un viaje con media carga a ritmo alegre pero prudente, puedes ver en el ordenador de a bordo unos 4,6-4,7 litros.
El cambio automático de 8 velocidades, además de destacar por la suavidad de funcionamiento tanto al subir como al bajar marchas o su nulo resbalamiento, cuenta con una función de navegación a vela que también ayuda a rebajar el consumo. Teniendo en cuenta las prestaciones que es capaz de proporcionar este 320d, está claro que el rendimiento global es, simplemente, sensacional.
Un logro de tecnología
La intención de BMW con su amortiguación ha sido mejorar el confort de marcha al tiempo que se eliminan casi por completo los cabeceos, los balanceos o la extensión de la suspensión al pasar por un cambio de rasante.
En resumen, la calidad de rodadura mejora, la suspensión sujeta mejor los movimientos verticales de la carrocería y el confort de bacheo es superior pero no es el Serie 3 de siempre. El coche sigue siendo ágil, pero de manera distinta.
Está más encorsetado, sin duda más seguro y con un ajuste que convencerá a un abanico de clientes más amplio -por extraordinaria sensación de control que ofrece- pero que tal vez desilusione a algunos de los más fieles conductores de la Serie 3 de BMW.
La dirección es rapidísima y muy precisa. Casi más que antes. Te sorprenderá más si no has llevado nunca un Serie 3 de propulsión trasera, pero en unos pocos kilómetros ya sabes que el coche va a ir exactamente por donde quieres y que no hay retraso alguno entre el giro del volante y la reacción del coche.
El 320d, además, es más silencioso que nunca. El aislamiento acústico que ha logrado BMW es sobresaliente y solo notas que estás en un diésel al arrancar o cuando se activa la función stop&start en los semáforos.
Claroscuros en comparación con algunos competidores
El BMW 320d es una berlina media muy esculpida en sus laterales que ha crecido 8,5 centímetros con respecto a la generación anterior. Es un aumento notable que hace recordar a alguna generación también anterior del Serie 5, pero no se pueden tirar cohetes en cuanto a espacio interior si lo comparas con otras berlinas medias de marcas generalistas.
En cambio, si echas un vistazo a lo que ofrecen sus rivales directos como Mercedes Clase C, Audi A4, Volvo S60, entonces sí que destacan las buenas cotas interiores de este BMW 320d. En todo caso, el maletero mantiene los 480 litros de la versión anterior, aunque la boca de carga es un poco más amplia y, cómo no, tiene apertura y cierre eléctricos.
El interior está muy bien resuelto, la calidad y el ajuste son los esperados e incluso mejores y el puesto de conducción destaca por su perfecta ergonomía y tiene ese puntillo deportivo que BMW sabe dar a sus coches. Sin embargo, hay algunos detalles que desentonan.
Simplemente, la instrumentación se lee con dificultad, es farragosa y la colocación del cuentagotas no es la más adecuada.
También cabe recordar que la Serie 3 de BMW se ofrece con tres niveles de acabado, Sport, M Sport y Luxury. Cada uno de ellos implica un desembolso extra (entre 2.500 y 5.000 euros más). En nuestro caso, el acabado es Luxury (4.000 €), que incluye neumáticos 225/50 R17, iDrive con función táctil, control por voz inteligente, tapicería de cuero, antinieblas de LED…
Precios “premium” para un coche realmente “premium”
Este BMW 320d no es precisamente barato pero el coste tiene su sentido, ya que su despliegue tecnológico es brutal y puede incluir elementos muy bien pensados para conducir por ciudad con mucho menos estrés.
El asistente de marcha atrás memoriza los últimos metros recorridos (a baja velocidad) y es capaz de desandar el camino de manera autónoma y otro asistente de conducción en atascos, que controla la dirección, los frenos y el acelerador. Podríamos llegar a decir que te compras un BMW porque te gusta conducir, pero al final es el coche el que va a acabar conduciendo solo.
BMW ofrece dos tipos de suspensiones M opcionales, una deportiva y otra adaptativa, que obligan a montar la dirección deportiva variable, aunque el equilibrio que aporta la suspensión de serie ya es suficiente para una berlina premium diésel de este nivel de potencia y prestaciones.
El precio aproximado ronda los 50.000 euros con el acabado Luxury de la unidad de pruebas, a los que a poco que añadamos la pintura metalizada y algún paquete opcional (Connectivity, Comfort o Innovation), la factura subiría unos 3.000 euros más como poco.
A favor, cabe destacar su bajo consumo y la calidad de rodadura, su buena insonorización, la tecnología aplicada y su rendimiento dinámico; y como lastre, quizás, las opciones interminables (y caras), su depósito de combustible pequeño (solo 40 litros) y la instrumentación digital.
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